Una habilidad que se entrena
La habilidad de hablar en público es una habilidad que entrena. Sí, cómo montar en bicicleta o practicar un deporte.
Todos tenemos puntos fuertes de comunicación a la hora de expresarnos y también algunos puntos débiles, pero la clave está en identificarlos para ser conscientes de ello y enfatizar las fortalezas en aquellos momentos que necesitamos estar brillantes en nuestra oratoria o, en el caso de los puntos flacos, para corregirlos y ofrecer soluciones prácticas.
Tener un buen tono de voz o un gestual que acompaña a lo que expresamos de palabra son buenas herramientas para ser un buen orador, pero, de lo contrario, se puede entrenar el tono para conseguir transmitir la percepción deseada y potenciar el gestual para darle fuerza comunicativa. Lo mismo ocurre si la velocidad a la hora de hablar es muy lenta o demasiado rápida, porque hay algunas técnicas comunicativas que ayudan a tener un ritmo de habla adecuado y ameno. Estos serían algunos ejemplos de elementos y factores de comunicación no verbal que influyen en nuestra forma de comunicar, pero también podríamos hablar de la intensidad, de la mirada, de la expresión facial o de la postura corporal. Todos ellos, elementos que deben tenerse en cuenta para realizar una buena exposición oral y que se entrenan para mejorarlos e incorporarlos a la puesta en escena consiguiendo, así, una comunicación mucho más efectiva.
Expertos en comunicación no verbal apuntan a que ésta tiene una influencia del 93%, versus el 7% de la comunicación verbal. ¿Y qué suele hacerse cuando se prepara una intervención pública? Me atrevería a decir que casi el 100% del tiempo de preparación se dedica al discurso y a la elección cuidadosa de las palabras en detrimento de cómo expresarlas. Sí, tendremos un relato de máxima calidad, pero si después no lo sabemos transmitir, es decir, no le ponemos unos buenos elementos de comunicación no verbal, de nada servirá todo lo preparado para que no hayamos captado la atención de la audiencia. Es imprescindible preparar, en paralelo, la comunicación no verbal, siendo conscientes de que si entrena aquellos puntos débiles se mejoran y se incorporan a nuestro nuevo estilo de comunicar.
¿Pero qué ocurre con el 7% que corresponde a la comunicación verbal o, mejor dicho, a la calidad del discurso? Una de las claves para que el discurso sea efectivo es que sea estructurado. Tengámoslo bien presente: la comunicación es orden, y lo conseguiremos, ante todo, con estructura, acompañada de frases cortas, vocabulario comprensible, sencillo y sin tecnicismos. También es muy recomendable que los mensajes estén ilustrados con ejemplos y anécdotas con las que la audiencia pueda sentirse identificada. Porque hacerse entender es el primer requisito para convencer.
Para hablar bien en público se deben dominar unas herramientas y técnicas que se aprenden, pero, sobre todo, ¡es una habilidad que sí, se entrena! ¿Te apuntas?