La responsabilidad social del oficio de periodista (II)

Josep Puigbó
20 de enero de 2016

He querido titular estos primeros posts del 2016 La responsabilidad social del oficio de periodista. El título podría haber sido La responsabilidad social del periodista, sin que constara en el enunciado que se trata de un oficio. Pero me satisface, especialmente, que el oficio de nuestro trabajo se ponga en valor.

Y es que, a veces, los periodistas podemos tener la tentación de creer que estamos por encima del bien y del mal, amparados en eso que alguien bautizó como el cuarto poder. De hecho, cualquier poder se hace peligroso cuando se cree que es impune. Y, seguramente, algunos han olvidado que la práctica periodística, en la prensa, en la radio, en la televisión o a través de la red, no es nada más que un oficio, que tiene una trascendencia social, es verdad, y que esta trascendencia tiene que ir paralela a la responsabilidad social de su ejercicio. Por lo tanto, como oficio que es, tiene que atender a unas determinadas reglas de juego. Y no siempre es así.

El ejercicio del periodismo tiene que rendir cuentas ante la sociedad, ante la opinión pública. Como un mecánico, un médico o un fontanero. Todos los oficios tienen una clara responsabilidad social. Ninguno de ellos se puede practicar desde la frivolidad, la mentira o, como subrayaba antes, la impunidad. Y ninguno de ellos puede pretender invadir competencias de los otros oficios, eso que llamaríamos intrusismo, que, en el caso del periodismo, puede resultar especialmente grave. Me refiero a cuando un periodista tiene un interés determinado en ocupar un ámbito que no le es propio, como el de la justicia o la política. Cuando el periodista quiere suplantar al juez o al político, aprovechando la fuerza que tiene la información para intentar cambiar un estado de cosas hacia finalidades generalmente poco confesables.

Por lo tanto, me permito reivindicar, antes que nada, el oficio de periodista. Y esta reivindicación pasa también por conocer cómo y en qué condiciones se ejerce este oficio. Saber cómo y en qué condiciones se trabaja puede ser ilustrativo para entender por qué pasan ciertas cosas.

En el periodismo, la información se tiene que entender como un bien social y no como un simple producto. Esto quiere decir que el periodista comparte la responsabilidad de la información transmitida. El periodista es, por lo tanto, responsable no sólo ante los que dominan los medios, sino, en última instancia, ante el gran público, teniendo en cuenta la diversidad de los intereses sociales. Lo dice el Código Internacional de Ética Periodística de la UNESCO y así tendría que ser.

Pero, ya hace tiempo, que los medios (y los periodistas) dejaron de ser intermediarios para convertirse en protagonistas del escenario social. Hoy, las opiniones de los comunicadores suelen ser un punto de referencia para que la ciudadanía forme sus propias ideas sobre la actualidad.

La globalización y el carácter efímero de la información también han contribuido a una cierta relajación de la responsabilidad informativa. Me explicaré. La globalización de la comunicación hace que, muy a menudo, nos preocupamos más por lo que sucede a miles de kilómetros en el mundo, cuando, paradójicamente, estamos ciegos ante lo que pasa a nuestro alrededor. ¿Qué responsabilidad podemos asumir cuando muchas informaciones nos llegan medio cocinadas y no hemos tenido ocasión de pisar el lugar de los hechos?

Otra característica de la información de los medios es su carácter efímero. El trabajo periodístico, hoy, se distingue por explicar lo que pasa en un espacio temporal limitado, cuando se tendría que caracterizar por su contribución a la reflexión sobre el contexto cotidiano. Pero el concepto, de hoy, o de ahora, se ha impuesto del todo. Muchas veces los periodistas no tenemos ni suficientes elementos ni suficiente tiempo para contrastar las informaciones, pero este hoy, este ahora, nos obliga a construir las informaciones dando a los acontecimientos más relevancia de la que realmente merecen. Así, se va tejiendo una agenda informativa donde las cuestiones aparentemente urgentes no son las más importantes.

Hoy, tenemos acceso a tanta información, que este exceso nos aleja del conocimiento y nos confunde. Es una paradoja: nunca hemos dispuesto de tanta información como hoy... y nunca hemos tenido un nivel de comprensión tan bajo de lo que está pasando. Y, en esto, periodistas y medios también tenemos una clara responsabilidad.

Estoy hablando, especialmente, de los medios que ya podemos considerar tradicionales: prensa, radio y televisión. Ya dejo de lado la red, Internet, donde la información es al segundo; es la información continuada y permanente, la que nunca se para y que se tiene que engordar constantemente. Una mercancía informativa -si me permiten una expresión que usaré más adelante- que, en el caso de los medios digitales, se somete, también al segundo, a toda una legión de comentarios, amparados en el anonimato, que expresan opiniones que, generalmente, no vale la pena leer.

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